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Adicciones

Alcoholismo.

El alcoholismo es un término que se refiere a la adicción al alcohol etílico, por ello también se le llama etilismo. El diccionario médico de la Editorial Océano describe al alcoholismo como la dependencia extrema hacia el alcohol asociada con la aparición progresiva de trastornos en el comportamiento.

El alcohol etílico es el que se ingiere en diversas bebidas comerciales que tienen diversos grados de esta sustancia como la cerveza, el vino de mesa, el mezcal, el tequila, el ron, el brandy, el whisky, el vodka, la ginebra y otros que tienen su origen en la fermentación de los azúcares de jugos vegetales, de frutas o de granos, provocada con levaduras, o en la destilación, que es un procedimiento que elimina el agua, obteniéndose bebidas de mayor contenido alcohólico; es la droga legal de más alto consumo en la sociedad, y por ello esta sustancia cuenta con el mayor número de adictos, pues su uso se encuentra muy arraigado en nuestra cultura. Encuestas realizadas en México entre la población general mayor de 20 años mostraron que alrededor del 70% de los mexicanos son bebedores, y de éstos el 10% bebe en exceso.

El alcohol, tomado en cantidades bajas, produce bienestar, animación, entusiasmo, optimismo y desinhibición, una total euforia, pues, que se convierte en depresión del sistema nervioso central cuando se abusa de la cantidad ingerida, causando la llamada “borrachera”. Por ello es una bebida muy popular entre la población en general; sin embargo, existen factores de tipo cultural y psicosocial bien identificados que influyen en su consumo, como lo demuestra la elevada proporción de alcohólicos encontrados en núcleos familiares investigados; es decir, al igual que el tabaquismo, el alcoholismo generalmente se inicia por imitación, en el ámbito familiar o social cercano, aunque en sus principios no cause al usuario –generalmente jóvenes– algún placer, sino todo lo contrario: malestares físicos en mayor o menor grado.

La embriaguez producida por la ingestión de alcohol puede ser ocasional o habitual; cuando es reiterativa –uso repetido del alcohol, para aliviar tensiones o resolver problemas emocionales– se convierte en adicción y destruye paulatinamente la vida social, familiar y laboral del bebedor, así como su propia salud.

Las consecuencias médicas más frecuentes del alcoholismo son: a) la depresión del sistema nervioso central, en la intoxicación aguda (borrachera), en la cual se observa somnolencia, dificultad acentuada en los movimientos, torpeza al hablar o expresarse, desinhibición, marcha lenta y errática y movimientos involuntarios y rítmicos de los ojos, y b) la cirrosis hepática, en el alcoholismo crónico, cuando hay una verdadera adicción al alcohol, que obliga al individuo a beber en más cantidad –porque su organismo ya creó tolerancia o “aguante”– y con periodicidad más acentuada.

La cirrosis es una enfermedad crónica e incapacitante cuya mayor frecuencia ocurre en la edad más productiva del hombre –alrededor de la cuarta década de la vida– y ocupa el quinto lugar entre las causas de muerte más frecuentes en México en el grupo poblacional de 25 a 64 años y el primer lugar como causa de muerte en los varones de 40 a 50 años; asimismo, este padecimiento es la vigésima causa de enfermedad general en el grupo de 45 a 64 años.

Es un hecho irrefutable que una proporción alta y constante de los casos de cirrosis hepática obedece al consumo de alcohol, hecho que hace que epidemiológicamente se utilicen las tasas de mortalidad por cirrosis hepática para calcular el número de alcohólicos en una población dada.

Los alcohólicos también padecen esofagitis y gastritis alcohólica crónica que pueden desencadenar, después de un tiempo variable, cáncer de esófago o de estómago, neuritis periférica, alucinaciones auditivas y problemas cardíacos. La supresión brusca del alcohol en un adicto provoca debilidad, sudoración profusa e hiperreflexia. La forma más grave del síndrome de abstinencia alcohólica se denomina delírium trémens y es un estado de desequilibrio mental en el que se experimentan alucinaciones auditivas, olfativas o sensoriales; es decir, cosas que en realidad no existen, conjuntamente con síntomas físicos como temperatura y pulso elevados, sudoración excesiva, temblores generalizados y hasta convulsiones; todo ello puede desencadenar la muerte si la persona no es atendida oportunamente.

Por otro lado, está comprobado que el alcoholismo provoca el 20% de los accidentes de tránsito en las principales ciudades del país. Igualmente en actas que se levantaron por lesiones en riñas el consumo de alcohol estuvo asociado en el 51% de los casos. Por otro lado, esta adicción provoca también un gran ausentismo laboral, hecho que causa la pérdida del trabajo en los alcohólicos. En una muestra estudiada de 5000 pacientes con alcoholismo, el 30% carecían de trabajo. Lo descrito se refleja en un costo económico considerable para la comunidad, originado en el uso de los servicios de salud para los lesionados y la falta de productividad de los alcohólicos, entre otros aspectos generales.

Asimismo, los problemas familiares de los alcohólicos son graves; esta adicción induce en los hogares frecuentes pleitos conyugales, maltrato en la esposa y en los hijos, merma en el presupuesto del hogar y numerosas separaciones matrimoniales.

El uso del alcohol en exceso provoca en las personas pérdida del juicio común, inhibe los valores humanos y desinhibe la conducta de los individuos alcoholizados, situación que se comenta porque este hecho influye notablemente en el contagio de enfermedades de transmisión sexual debido a que la persona ebria no mide los riesgos de un contacto sexual fugaz con personas desconocidas y de esta manera contrae con mayor facilidad Sida, sífilis, gonorrea y otros padecimientos de esta índole.

Los problemas causados, pues, por el alcoholismo en la sociedad tienen una dimensión muy alarmante; sin embargo, a pesar de que ya en la Constitución de 1917 se reconoció al alcoholismo como un serio problema de salud pública es hasta 1974 –quizás porque el Presidente de la República de ese entonces y su gabinete bebían públicamente sólo “aguas frescas de frutas”– que se establece en el Código Sanitario la obligación de la Secretaría de Salubridad y Asistencia de diseñar anualmente programas de prevención y tratamiento; el primero de ellos se publicó en 1975.

La Dirección de Salud Mental, de la secretaría mencionada, coordinada con el Instituto Mexicano de Psiquiatría, fue la encargada de fijar las políticas en materia de alcoholismo en el país. Posteriormente se constituyó el Consejo Nacional Antialcohólico, en el cual se contempló la participación de otros sectores, además del sector salud.

Los objetivos gubernamentales han sido –mediante programas educativos y actividades higiénicas, así como con el aumento de impuestos, que hacen más caros tanto los productos con tabaco como los alcohólicos en el mercado– buscar una disminución en la demanda popular de estos productos; es decir, que la gente tienda a beber o fumar con más responsabilidad, con menos frecuencia y en menor cantidad; no obstante, debido al arraigo tan profundo que nuestra sociedad tiene por el uso del tabaco y las bebidas alcohólicas, y el poderío económico tan grande de las industrias tabacalera y alcoholera, involucradas con importantes intereses económicos, los esfuerzos institucionales por disminuir estas adicciones en la población han tenido resultados muy raquíticos.

Cocainomanía.

La cocaína es un alcaloide extraído de las hojas de la coca, un arbusto originario de los Andes de Perú y Bolivia; esta sustancia se usó médicamente durante muchos años como anestésico local, tónico digestivo y nervioso, inclusive era parte de la fórmula original de la Coca–Cola, uno de los refrescos más populares en el mundo, que en sus inicios se preparaba en boticas de la época y que actualmente tiene en su composición cafeína en lugar de cocaína.

La apariencia de esa sustancia es la de un polvo blanco y cristalino que los usuarios inhalan de superficies lisas como espejos o vidrios, o bien con aditamentos tales como cucharillas y popotes. Inhalar en forma crónica esa sustancia causa en los individuos atrofia y pérdida del cartílago nasal, dando a la nariz una forma muy característica (en “silla de montar”), que los usuarios que la sufren tienen que corregir por medio de cirugía especializada.

Esta droga también puede inyectarse, exponiendo al adicto a contraer graves enfermedades como el Sida, la hepatitis B o C, cuando comparte las jeringas con otros adictos. Algunas variedades de cocaína, como el crack o la pasta base, pueden fumarse.

La cocaína es un poderoso estimulante del sistema nervioso central que causa al consumidor un estado de alerta y una sensación de mayor energía. Bajo sus efectos las personas se sienten más seguras de sí mismas, más sociables y parece que todo lo tienen bajo control. Esto ha provocado que sea una de las principales drogas ilegales consumidas en el mundo y que, por ello, sea el principal producto ofertado por los cárteles internacionales de la droga; sin embargo, hay algunos usuarios que presentan intranquilidad, ansiedad y, en casos extremos, ataques de pánico.

Por otro lado, el hecho de que esta droga cause sentimientos poderosos y placenteros provoca que la mayoría de los usuarios busque de inmediato más droga, agravando su adicción y creando una dependencia psicológica muy importante.

Cuando se continúa el uso de esta sustancia de manera prolongada y crónica los efectos estimulantes provocan la aparición de ideas paranoides (sensación de estar vigilado o perseguido por enemigos que no existen); también pueden presentarse alucinaciones visuales, auditivas o sensoriales, así como un estado de malestar general incapacitante debido a que se alteran los periodos de sueño y hay poca disposición para alimentarse adecuadamente.

Es indudable, pues, que el uso de la cocaína es peligroso; al estimular el cerebro esta droga ocasiona que el organismo trabaje a mayor capacidad, aumentando la frecuencia cardiaca, la presión arterial y la temperatura corporal, que pueden tener repercusiones graves como los infartos y alteraciones del corazón, la ruptura de vasos cerebrales y estados de depresión muy intensos que obligan a consumir más droga; otro evento frecuente entre los cocainómanos es la muerte súbita por sobredosis, situación muy habitual porque los usuarios crónicos buscan efectos más intensos y aumentan paulatinamente la cantidad que consumen, o bien combinan el uso de la cocaína con otras drogas.

Los adictos a cualquier droga alteran notablemente su ritmo habitual de vida; sin embargo, en el cocainómano esto es radical, ya que, por su ilegalidad, el uso de esta sustancia prohibida no es una adicción barata; la ansiedad por consumir la droga provoca en el usuario en muchas ocasiones la necesidad de conseguir dinero a toda costa para comprar sus dosis requeridas y esto lo lleva a realizar muchas veces actividades peligrosas y denigrantes para cualquier ser humano como la prostitución, el robo y hasta el involucramiento en el tráfico de drogas para satisfacer su adicción; con frecuencia terminan en la cárcel por alguno de estos delitos.

La cocaína causa una adicción difícil de solucionar para quienes se han acostumbrado a ella. Se ha comprobado que una de cada 10 personas que la prueban continúa usándola al menos una vez por semana.