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Acapulco de Juárez

En 1531 Cortés cambió el centro de operaciones marítimas de Zacatula a Acapulco, que ya entonces representaba una base ideal para la navegación; abrió el primer camino y unió Acapulco con la Ciudad de México. El 30 de junio de 1532 zarpó del puerto una expedición naval al mando de Diego Hurtado de Mendoza, con el proyecto de explorar la costa del Pacífico rumbo al norte con las naves San Miguel y San Marcos. Tal fecha se puede considerar como la de la fundación del puerto de Acapulco. Ese mismo año se emitió una orden real en la que Acapulco pasó a depender de la Corona española y se le asignó el nombre de Ciudad de los Reyes.

Bahía de Acapulco.

En 1533 Cortés se instaló en la ensenada localizada entre Punta Bruja y Diamante, que en su honor hoy se llama Puerto Marqués.


Puerto Marqués.

En 1535 zarparon los buques encargados del transporte de víveres que Cortés envió al conquistador Pizarro.

Al crearse la alcaldía mayor de Acapulco, ésta alcanzó una gran importancia y llegó a representar la unidad de mando en toda la región, pues el puerto fue asiento de los poderes del alcalde mayor y del gobernador castellano, quien tenía el título de Teniente de las Costas del Mar del Sur y era responsable de las fuerzas españolas encargadas de vigilar la zona costera y de escoltar en la región las mercaderías de la Nao de China cuando eran trasladadas a la Ciudad de México.

En 1539 salió del puerto la expedición de Francisco de Ulloa, quien se proponía la conquista de las míticas ciudades de Cíbola y Quivira. En 1540 zarpó la de Domingo Castillo, a quien se debe la carta geográfica más antigua de las costas occidentales del país.

La consolidación y la expansión de Acapulco se debieron a las actividades portuarias y de comercio originadas por la apertura de la ruta de navegación al oriente que descubrió Andrés de Urdaneta, miembro de la expedición de Miguel López de Legaspi desde 1565. Dos meses antes de la llegada de Urdaneta arribó a San Blas el patache San Lucas en muy malas condiciones, capitaneado por Alonso Arellano y piloteado por Lope Martín –mexicanos– quienes se habían hecho a la mar en la flota de López de Legaspi. Se apartaron de la caravana en la oscuridad de la noche, se les dio por perdidos.

El padre Mariano Cuevas los consideró primeros en el regreso y en el logro de la ruta del tornaviaje, y hace notar el hecho de que dichos marinos tenían rasgos mexicanos muy acentuados: “Un español auténtico, aun de los viejos colonos, no escribiría zozobra, ni razón con s, ni usaba tanto el verbo jalar (halar) ni empleaba el verbo escandalizar y empachar en los sentidos de hacer ruido y trabarse una cosa. Mucho menos había de hablarnos con mayor naturalidad de escaupiles (sayos de algodón que servían para protegerse de los flechazos). Sólo un natural de México llama chiquihuites a los cestos, naguas a las faldas, huipiles a las camisas, frijoles a las habichuelas, habla con la mayor naturalidad como lo hace Arellano de mecates (cuerdas), tamales (pan de maíz), etc”.

Con la finalidad de fundar una población netamente española en el perímetro de la bahía, en 1550 se instalaron en el puerto de Acapulco 30 familias, españolas y mestizas, provenientes de la Ciudad de México, encabezadas por Fernando Santa Anna. Por cédula real firmada por Carlos I de España y V de Alemania, emperador de las Indias Orientales, Acapulco fue elevada a categoría de Ciudad Histórica.

En 1570 el rey Felipe II decretó que la ciudad sería el sitio comercial para realizar los negocios entre América y Asia, en especial entre Acapulco y Filipinas. El fondeadero siguió siendo punto de partida y llegada de otras expediciones marítimas, como la de Francisco Galli en 1582. En 1590 salió de Acapulco el franciscano Felipe de Jesús con el fin de cristianizar Asia, donde encontró total oposición a su misión. Fue tomado preso con sus compañeros misioneros, torturado y crucificado en febrero de 1591 en Nagasaki. Felipe sería declarado el primer santo mexicano (fue canonizado por el papa Pío IX el 8 de junio de 1862).

Sebastián Vizcaíno salió del puerto en 1596 y entre ese año y 1602 hizo varios viajes y logró algunos avances en su empresa. Así, navegó hasta los 42° de latitud norte, buscando en vano un estrecho septentrional. Partió por tercera vez en 1611, cuando el virrey Luis de Velasco lo nombró representante ante Japón. En 1614 recibió en el puerto a la Embajada nipona encabezada por el capitán Hasekura.

Durante la época colonial Acapulco tuvo un aspecto muy pobre, excepto por construcciones como el Fuerte de San Diego, el hospital fundado por los franciscanos, administrado por los hipólitos, y la capilla de San José, construida a instancias del sargento Francisco Rincón en 1634. Todo lo demás eran chozas y construcciones precarias. Hasta 1592 la ruta México–Acapulco fue en parte una vereda. Después, el virrey Luis de Velasco la convirtió en camino de herradura. En 1697 Gemelli Carreri, un viajero italiano, recorrió ese camino en 12 días. En época de lluvias había que emplear diez días sólo para pasar el río Mezcala y otros tantos para vadear el Papagayo.

Durante el Siglo XVlll ocurrieron en Acapulco importantes sucesos: En 1743 el corsario inglés Jorge Anson capturó al galeón La Covadonga en las inmediaciones de la bahía. En 1789 salió de Cádiz una expedición al mando del investigador naturalista Alejandro Malaspina, quien tenía el encargo del rey de conocer y cerciorarse de las riquezas que existían en sus colonias de América. Malaspina llegó al puerto en la primavera de 1791. La visión más conocida que se tuvo por mucho tiempo del puerto de Acapulco en España se debió a su testimonio. Según el censo de 1790, la población constaba de 996 personas y estaba constituida por mulatos, españoles, indígenas, asiáticos, filipinos, japoneses y chinos.

El tráfico marítimo continuaba ascendiendo; en 1791 Acapulco recibió a las naves Descubierta y Atrevida. En 1792 zarparon del puerto las fragatas Sutil y Mexicana, en un viaje científico, así como las naves de Juan Francisco de la Bodega y Cuadra, quien marcó los límites del imperio español en la línea de los 48°.

El título de ciudad le fue otorgado por Felipe II en 1579 (en la Memoria de Acapulco, aumentada y arreglada por Alejandro Martínez Carbajal, se dice que “el 14 de abril de 1579 el rey Felipe II firmó la cédula real que declaró a Acapulco como único puerto destinado a efectuar las transacciones comerciales entre América y Asia”, pág. 10) y ratificado por Carlos IV el 28 de noviembre de 1799 (Enciclopedia de México, pág. 43), pues el teniente castellano de la fortaleza de San Diego, don Antonio de Mendívil y Cisneros, informó el 13 de octubre de 1795 que había visto documentos del año 1626 en los que ya se daba el título de referencia a Acapulco. Documentos que probablemente se extraviaron.

En 1803 arribó al puerto el geógrafo Alejandro von Humboldt, quien determinó la situación geográfica de Acapulco y trazó desde allí el camino a México.


“Puerto de Acapulco en el Reino de la Nueva España en el Mar del sur.”