Municipio. Su cabecera municipal es Zirándaro de los Chávez.
Toponimia, escudo y/o glifo. La mayoría de los autores afirma que el nombre de Zirándaro significa “lugar donde abundan las zirandas”, árboles semejantes a los amates, muy comunes en esa zona. En 1971, durante el gobierno del licenciado Israel Nogueda Otero, por iniciativa del profesor Teobaldo González, presidente municipal que encabezaba la comuna zirandarense en ese trienio, se le agregó a la cabecera del municipio el apellido Chávez, en honor al ilustre médico, nacido en esa población, don Ignacio Chávez Sánchez, considerado el padre de la cardiología en México.
Escudo
El escudo del municipio tiene forma de U, enlazado con una diadema circular en color esmeralda, que adorna el emblema. Al centro de la parte superior del blasón, sobresale en blanco y negro la silueta del doctor Ignacio Chávez Sánchez. Detrás del círculo y al fondo se aprecia una ziranda, con la corteza en color sepia y un ramaje verde, árbol que, de acuerdo a la tradición, dio origen al nombre del municipio; de igual forma, dentro del círculo, se observa al fondo del mismo el cerro del Campo, rodeado de un cielo azul, pleno de nubosidades, donde acamparon don José María Morelos y Vicente Guerrero durante el desarrollo de la Guerra de Independencia; en la parte baja del cerro del Campo, se representa la presa La Calera, con su vertedor de demasías que se drena en el río del Oro, obra gestionada por el doctor Chávez Sánchez y realizada por la Comisión del Río Balsas cuando el general Lázaro Cárdenas era su vocal; fue inaugurada por el presidente Adolfo López Mateos en 1964, poco antes de concluir su gestión presidencial. Fuera del círculo, en la parte inferior, se aprecian dos manos unidas, en color natural, con sus uñas blancas, que en forma vigorosa emergen como raíces del arbusto simbólico, demostrando con ello la vida, el desarrollo y el progreso de Zirándaro.
Glifo
Reseña histórica (cronología). En la relación Zirándaro Guayameo, escrita en noviembre de 1569, se incorporan testimonios de “viejos naturales de estas tierras” que describen a la ahora cabecera municipal asentada en la orilla de un río grande, en el cual entran muchos ríos; refieren, asimismo, que el río tiene muchos peces, llamados bagres, truchas y mojarras y también camarones grandes de a palmo y caimanes en gran cantidad; dicha relación también dice que la población estaba asentada en un valle grande, apegado a dicho río, con tierra baja y llana, con grandes arboledas, entre las que abundaban los ciruelares, cuyo fruto secaban y ocupaban para hacer vino, que bebían los naturales; su gente –refiere el escrito– vive conforme y con mucha paz.
A la llegada de los españoles, el cacique de esta provincia, perteneciente al señorío de Michoacán, se llamaba Zemboruta. Tres años después de la conquista de Tenochtitlan, en 1524, arribaron a Zirándaro los primeros españoles: una pequeña expedición procedente de Pátzcuaro, al mando del capitán Antonio de Carbajal, Francisco Morcillo, Tomás de Rijoles, Juan de la Torre y un negro de nombre Tomás Garrido.
Esta cabecera municipal fue catequizada por los evangelistas fray Juan de San Román y fray Diego Chávez, pero quien le dio una organización política y religiosa fue fray Juan Bautista de Moya; este fraile, nacido en Andalucía, promovió la construcción de la iglesia local y convirtió a su población al catolicismo. De acuerdo con la información disponible, Zirándaro tributaba a la guarnición de Cutzamala, mantas de algodón, calabaza, maíz, frijol, melón, chile y sal.
La etapa colonial transcurre entre las actividades de los encomenderos, los hacendados, la explotación de minerales y el trabajo de catequización de los religiosos. Documentos referidos a la tasación de tributos impuestos a Zirándaro hasta 1566 mencionan como encomendero a Alonso de Ávila (o Dávila Alvarado). En el año de 1565 se registra una severa hambruna en la población y tienen lugar los hechos sobrenaturales de la “cosecha milagrosa” y “sangre del indio” atribuidos a fray Juan Bautista Moya, en los que se pone de manifiesto la crueldad a que fue sometida la población indígena por parte de los encomenderos, a la que se llegó a marcar con el hierro de su majestad, para distinguirlos como esclavos.
En 1765 la localidad de Zirándaro fue poblada por nueve familias “de razón” con el número de 38 feligreses, a las cuales se agregaron 67 familias indígenas, cuyo número de individuos era de 228. En esta época vivían, en lo que ahora es el municipio, 139 familias de españoles, mestizos y mulatos que sumaban 499 habitantes, más 134 familias de indios, con un total de 406 indígenas, sumando un gran total de 905 habitantes, distribuidos en ranchos y estancias.
En el Siglo XVIII, al reformarse la organización política de la Nueva España, la jurisdicción de Zirándaro se convirtió en partido y pasó a depender de la intendencia de Valladolid y del obispado de Michoacán.
En 1811, al crearse la provincia de Tecpan, Zirándaro quedó integrado a ella y lo mismo sucedió al crearse la Capitanía General del Sur, cuando se consumó la Independencia y se instauró la monarquía. Durante la Guerra de Independencia, la población de Zirándaro se incorporó a las fuerzas insurgentes encabezadas por Morelos y especialmente por Guerrero, quien instaló su campamento en el Cerro del Campo, elevación geográfica ubicada frente a la cabecera municipal de Zirándaro, con una cima plana, casi del tamaño de la base del cerro, y un solo acceso, características que la convertían en un sitio ideal como base militar, prácticamente inexpugnable. La población de Zirándaro brindó amplio apoyo a la guerrilla suriana, contribuyendo a evitar la extinción del movimiento insurgente.
Zirándaro fue escenario de numerosas batallas entre las fuerzas insurgentes y las realistas; destaca el enfrentamiento ocurrido el 30 de septiembre de 1818 entre realistas al mando del coronel José Gabriel de Armijo y los insurgentes al mando de don Vicente Guerrero Saldaña, general en jefe de las tropas del sur, con resultado favorable a la causa insurgente, cuyo ejército, después de resistir las embestidas imperialistas, los hizo retroceder desde el “arroyo de la guerra” hasta la iglesia del lugar, donde resisten por espacio de siete días, hasta consumarse su derrota total, pudiendo huir sólo unos 100 realistas, a quienes las fuerzas del general Guerrero les arrebataron más de 400 fusiles. El 17 de noviembre de 1819 Zirándaro volvió a ser escenario del enfrentamiento entre realistas e insurgentes, saliendo estos últimos vencedores, bajo el mando del coronel Bedolla.
En 1824, al conformarse la primera República federada, Zirándaro quedó comprendido dentro del municipio de Huetamo, del estado de Michoacán. En esa época, la región correspondiente a Zirándaro contaba con 2590 habitantes; se producían maíz y frutas; existía bastante ganado, y sus habitantes fabricaban panocha y queso, y obtenían mucho pescado en el caudaloso río.
Durante la intervención francesa, los prisioneros hechos a las fuerzas invasoras en Tacámbaro el 11 de abril, en Uruapan el 19 de junio y en Morelia el 12 de octubre de 1865, fueron llevados a la plaza de Huetamo, lugar que fue acondicionado como cárcel; de este punto, los europeos confinados pretendieron escapar, hecho que provocó que fueran enviados a Zirándaro, al otro lado del Balsas, río atestado en ese entonces de caimanes, que dificultaban cualquier intento de fuga. La mayoría de los prisioneros vivieron cerca de ocho meses y formaron núcleos familiares con mujeres de la región. Otros se asentaron en la zona de Coahuayutla y en Tlacotepec en forma definitiva.
A principios del Siglo XX, el 9 de abril de 1907, con motivo del arreglo de la controversia que existía entre los estados de Michoacán y Guerrero por cuestión de límites territoriales, los municipios de Pungarabato y Zirándaro pasaron a formar parte de la entidad guerrerense, según consta en decreto de esa fecha expedido por el Congreso de la Unión, confirmatorio del laudo presidencial respectivo.
En mayo de 1911 un joven llamado Bolívar Sierra se destaca como impulsor de la revolución maderista contra el Porfiriato en Zirándaro, alcanzando, posteriormente, el grado de coronel. En febrero de 1913, asesinados el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, el general Gertrudis G. Sánchez, en reunión con el cuerpo rural, desconoció al régimen huertista. En dicha reunión participó el general Cecilio García, quien jugó un importante papel regional, junto con sus hijos, en la lucha armada de la Revolución. El 31 de marzo de 1913 inició la revolución constitucionalista en la región.
En Guayameo, localidad del municipio de Zirándaro, enclavada en plena sierra madre, tuvo lugar una importante concentración de fuerzas revolucionarias, a finales de octubre de 1913, con el objetivo de reorganizarse y preparar un ataque contra el sanguinario general huertista Antonio G. Olea, quien tenía bajo su poder y mando la plaza de Pungarabato. En esta reunión se encontraban destacados revolucionarios calentanos, con sus respectivas columnas de caballería, como Salvador González, el licenciado Inocente Lugo, José Rentería Luviano, Cecilio García, Telésforo Gómez, Rafael Valenzuela, los coroneles Ponciano Pulido y Herculano Valle, bajo el mando del jefe supremo de la Revolución en Michoacán, el general de división Gertrudis G. Sánchez, con su brazo fuerte, el general Joaquín Amaro. Pocos días antes habían ocurrido los combates del Puerto de San Lorenzo, Coyuca de Catalán y la plaza de Ajuchitlán, defendidas por los huertistas Crisóforo N. Ocampo, Jenaro Basabe y Julio Bahena, respectivamente.
Calles del centro.
Personajes ilustres.