Estos enormes reptiles pertenecen a tres especies de las 21 que existen en el mundo. En Guerrero se localizan dos, diferenciadas por rasgos anatómicos: forma y tamaño del cráneo, las escamas y los dientes. El cocodrilo de río, el de pantano y el caimán son las especies que habitan en nuestro país.
Caimán
Se han adaptado a las costumbres anfibias y conservan caracteres arcaicos que los relacionan con los antiguos dinosaurios, aunque otros aspectos los sitúan como reptiles muy modernos. El tamaño puede ser de un metro de largo y unos cuantos kilos, hasta ocho m y una tonelada de peso; se distinguen por el cuerpo alargado, con cuatro patas cortas y palmeadas que les permiten desplazarse en tierra firme; la cola larga y fuerte es útil para el nado en los mantos de agua. Su cráneo es aplanado y la piel se halla adherida directamente al tejido óseo.
La dermis, protegida por escamas y escudos óseos, recuerda que se trata de una reliquia viviente. Los ojos y orificios nasales se ubican de tal forma que apenas sobresalen del nivel de la cabeza, esto les permite respirar y observar los alrededores, aun estando dentro del agua; así pasan casi inadvertidos mientras flotan, lo que les confiere cierta ventaja para capturar presas o defenderse de enemigos.
Los oídos y orificios nasales son cerrados a voluntad al momento de sumergirse, característica anatomo–fisiológica que les permite adaptarse a ciertas condiciones del medio; su cerebro es más complejo que el de los demás grupos de reptiles; el corazón posee cuatro cavidades y está casi tan avanzado como el de los mamíferos.
Se comunican con sus congéneres a través de sonidos, rugidos, gemidos, ronroneos y silbidos. Al emitir esas expresiones dan un mensaje específico, como cuando se comunican bajo el agua mediante sonidos de baja frecuencia, inaudibles para el hombre.
Son ovíparos. Alcanzan la madurez sexual alrededor de los diez años. Al oviponer escogen un lugar adecuado con hojarasca y tierra floja; cavan un hoyo donde entierran los huevos, los recubren con dicho material a fin de que haya temperatura y humedad constantes, indispensables para la incubación.
En noventa días nacen los descendientes; los pequeños lanzan ronroneos, llamando a la madre para que los ayude a nadar. Enseguida la madre los traslada a un medio donde aprenden a capturar pequeños crustáceos e insectos para su alimentación; a medida que crecen, la dieta se diversifica al perseguir culebras, ranas y peces; ya mayores, cazan roedores y mamíferos de gran tamaño. A consecuencia de su lento metabolismo, el requerimiento de nutrientes es reducido.
La longevidad se calcula de 60 a 80 años y la capacidad reproductora puede llegar hasta los últimos días de vida.
En Guerrero existe la familia crocodylidae, que incluye a todos los cocodrilos.
(EAV)