Domingo  20 de agosto de 2017.

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Ing. Sandra de Jesús Sánchez

Ing. Fernando Sánchez Garibay

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Danzas regionales

Hacer la historia de la danza es remontarnos a los inicios de las tribus, grupos organizados que por el asombro de la naturaleza (bienes y destrucciones) sufrían gran temor y en algunos casos sentían felicidad: el rayo, la lluvia, el fuego, los sismos. Todo ello contribuyó para organizarse y reconocer la existencia de un ser, o de muchos seres superiores, a los que se les deben ofrecer cantos, bailes y donaciones. La danza es una de las formas de manifestación de la tristeza, alegría y temor que afectaba al grupo. El hombre ha danzado para exteriorizar sus sentimientos.

Es, por tanto, un aspecto netamente cultural que nace con las primeras manifestaciones ceremoniales en ese concepto mágico que les permite solucionar varios problemas. Hasta este momento muchas de las danzas tienen fechas marcadas y decisivas para cubrir esos días en que el hombre debe invocar a los dioses.

La danza es parte esencial en las grandes ocasiones de la vida de los pueblos, no menos lo es para los guerrerenses que tienen un fondo ampliamente religioso para propiciar la fecundidad y la agricultura.

La mayoría de nuestras danzas tienen sus fechas precisas y están destinadas a determinado santo o día de petición, que cambió con la fusión de las dos culturas (indígena–española) y sobre todo de las dos religiones. Ese dualismo provocó marcadas transformaciones, tanto en el destino religioso como en la música y en los pasos y giros de los danzantes. La ropa, la vestimenta y los adornos tienen nuevos significados, así como el colorido y la textura, que juegan un papel importante en el que participa.

La danza es contagiosa, alegre y llena de vigor; los participantes en su mayoría son varones; una danza da lugar a otra más, operándose cambios mínimos por región, por personajes (jóvenes, niños) que se van implicando en el importante contexto de ser danzantes.

En la época de Carlos V se organiza en la Ciudad de México y en Tlaxcala la primera danza de Moros y Cristianos, repitiéndose en todo el país. Los machetes, arcos y espadas fueron traídos de España para darle mayor solemnidad al acto.

En nuestro estado existen más de 50 danzas, en su mayoría mestizadas, pero con ese toque indígena tan peculiar de danzar en líneas y evoluciones en círculos.

Los santuarios son los espacios donde los danzantes tienen la mayor participación y son admirados por aquellos que ex profeso les buscan para disfrutar colectivamente de sus interpretaciones. Tienen un calendario religioso, Tonalpohualli, para presidir las fiestas de cada mes, ahora compartido con el calendario católico. Existen fiestas de una gran tradición indígena, como la petición de lluvia en los cerros más altos de las regiones diversas del estado, donde los danzantes bailan toda la noche durante dos días consecutivos. La petición de lluvias es un evento donde la danza siempre está presente. Una de las danzas más representativas de este evento es el encuentro de tigres o tecuanes, donde las fuerzas del bien y del mal están presentes.

La preparación espiritual era fundamental, y sigue siendo. La mayoría de las danzas se llevan a cabo como promesas, mandas y ofrendas.

La danza, como vemos, es una manifestación de gozo, felicidad, entrega, cumplimiento, promesa y amor.

Nos manifestamos de formas y estilos diferentes, donde la armonía y el movimiento van de la mano al compás de música y acordes.

Todas estas danzas son parte de la tradición arraigada de los pueblos; son indispensables en sus fiestas religiosas, así como en las ceremonias de tipo social y cultural importantes.

Los grandes sacerdotes ofrecían a sus dioses la oración acompañada de cantos y bailes para agradar. Los pueblos en el mundo han ido de la mano con la danza y el canto; son oraciones colectivas llenas de ruego, de esperanza y de fe. El netotiliztli: el que promete a su santo una penitencia por medio del baile.

Maceualiztlli: el que cumple su castigo y danza para borrar sus pecados. La danza permitió un avance en la cristiandad, aprovechando la gran religiosidad del pueblo conquistado y su cultura, que los religiosos supieron intercalar en los autos sacramentales que hasta la fecha han perdurado.

Así surgieron nuevos cantos, teatros y danzas que hoy todavía podemos disfrutar. Por eso las etnias de nuestro estado tienen prácticas religiosas y dancísticas donde participa más el indígena que el mestizo, manejando el sincretismo dimensional.

Apaches.

Se dice que esta danza es de carácter netamente religioso y trata de representar la labor de los misioneros con los indígenas para mostrar al verdadero Dios cristiano.

También se dice que la danza de los Apaches o Mecos representa a la tribu belicosa de los Pieles Rojas que habitó la parte norte de nuestro país y cuyos integrantes tenían por costumbre pintarse la cara (almagrados).

Se baila principalmente en pueblos de la Montaña y  Costa Chica: Huehuetónoc, Pilcaya,  Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca, y en la zona Centro: Mochitlán, Tixtla, Chilapa, Zumpango del Río y Chilpancingo.

La danza se encuentra integrada por 16 participantes, quienes llevan en la cabeza un penacho con plumas de varios colores y adornadas con espejitos y cuentas de colores; la máscara que portan, de color natural y con rayas de tinte rojo, representa una cara indígena pintarrajeada, por lo que reciben el mote de Mecos; sus camisetas son de colores y tienen mangas largas; las enagüillas, de colores fuertes y cortas hasta las rodillas, van sujetas a la cintura con una jareta; calzan huaraches y medias (sobre las cuales cruzan cintas de colores que nacen de los huaraches).

En su espalda el danzante lleva un carcaj lleno de puntiagudas flechas; en la mano porta un arco con flechas que jamás dispara y sólo se le escucha un golpe con los pies, al mismo tiempo que grita: “…¡ipiaja! ¡ipiaja!  ¡ipiaja!”

Se caracteriza por la ejecución de evoluciones rítmicas. Esta danza guerrera se lleva a cabo al compás de un violín, el cual es ejecutado por una persona conocedora de este tipo de bailes, dedicada de tiempo atrás a participar como elemento fundamental de la danza.

Apaches de Azoyú y Marquelia.

Se han tiznado con carbón y manteca; sus cuerpos quieren estar negros, como sus penas; son aquellos que se quedaron en la serranía suriana y candente donde el ardiente sol ha tostado más su piel negra llegada hace algún tiempo del Africa hermana; atados de manos y con el corazón hecho pedazos penetraron hasta donde la naturaleza se oculta de la maldad de los hombres.

Apaches de Azoyú (Foto: Unidad Regional Guerrero de Culturas Populares).

La danza va a comenzar, las fiestas de la Independencia son el marco principal de esta simbólica danza donde la reina española y la india de América serán presentadas en el estrado principal de aquel pueblo inquieto y costumbrista que espera con ansias el repique de la campana de Dolores anunciando la libertad tan esperada de un puñado de esclavos que, oprimidos en el tiempo, quieren ser libres.

Los sones del “chile frito” con la famosa banda de Azoyú, permiten escuchar la “batalla apache”, el son del “pito real” y otras tantas piezas que incansablemente bailan. Los danzantes son hombres que se cubren la cara con tiras de ixtle y adornan su cuerpo con una falda de tiras colgantes. Se entrelazan y cruzan acompasadamente para manifestar un estado de ánimo que les lleva por horas a divertir a la concurrencia, que no se pierde ningún detalle.

Hay que destronar a la reina española y coronar a la nueva reina de los indios, la de América, protegida y querida de los apaches que danzan en torno a la triunfadora alzando sus arcos y flechas en son de ataque, en una representación constante de batalla campal. La india hermosa luce su blusa bordada con chaquira y falda de satín rojo que le llega hasta los pies, no faltando el adorno de plumas de avestruz pintadas de color verde, blanco y rojo, para confirmar una vez más el símbolo de la mexicanidad.


Danza de los Apaches. La reina de América y la reina española, Azoyú (Foto: Unidad Regional Guerrero de Culturas Populares).

El significado de esta danza, a diferencia de las demás, es ciento por ciento patriótico y nos habla de la libertad tan ansiada por los seres humanos. En Azoyú se tiznan y tratan de tiznar a los demás.