(Tradiciones purépecha y azteca). En el año de 850 Tariácuri gobernaba al pueblo purépecha, asentado en dos capitales: Tzinzuntzan y Pátzcuaro, en lo que es hoy el Estado de Michoacán. El monarca tenía un hijo y dos sobrinos: Hirepan, Hiquíngari y Tanganxhuan, respectivamente.
En 1325, cuando los aztecas aún peregrinaban por la cuenca de México, vieron en el centro de la gran laguna el símbolo que su dios Huitzilopochtli les había señalado: “...un islote donde una águila sobre un nopal devore una serpiente...” Allí se instalaron ese mismo día e iniciaron la construcción de la Gran Ciudad de México–Tenochtitlan, centro del señorío más importante de Mesoamérica.
Al morir el gobernante, Hirepan reunió a sus primos para iniciar la conquista de Coyucan (Coyuca de Catalán), llegaron a Zacatula y continuaron hasta Coahuayutla, y por el filo de la cordillera lograron conquistar varios pueblos antes de llegar a Mexiquito, Municipio de Zirándaro, en la región Tierra Caliente. Allí recibieron, como obsequio del gobernante del lugar, una jícara llena de diamantes pulidos y fueron conducidos a Coyucan a través del río Xhiguaquio (“lugar rayado de varios colores”). En el camino notaron que el río brillaba debido a la gran cantidad de oro que había en las arenas, y lo nombraron Tiripit Yurecua, o río de Oro, como se conoce hoy en día.
Al anochecer, al llegar a Pandacuareo, los señores purépechas fueron instalados en el templo principal, construido sobre el cerro de la Piedra Imán. El sacerdote mayor dio la bienvenida a los recién llegados y solemnemente les dijo: “Tú, Hirepan, eres rey de Coyucan; nuestro padre el sol te guarde. Tú, Hiquíngari, eres rey de Pátzcuaro; guárdete nuestra madre la luna. Para ti, padre del magnífico monarca, adornado de flores, a ti envía la grandiosa Cuerápperi el cetro universal”, y, según cuenta la tradición purépecha, amaneció en el momento en que el gran sacerdote abrió la mano y la flecha sagrada que empuñaba no cayó al suelo; recorrió por sí sola el espacio y fue a clavarse donde estaba recargado el tercer monarca.
Después de esa ceremonia de la división de dominios, los purépechas entraron a Coyucan para establecer la Confederación de los Tres Señoríos y elegir sus emblemas: Tanganxhuan, gobernante de Tzinzuntzan, escogió el colibrí verde; Hiquíngari, de Pátzcuaro, las gaviotas blancas; Hirepan, de Coyucan, seleccionó las guacamayas rojas.
Cuatrocientos setenta y cinco años después, en 1325, cuando los aztecas (venidos de Aztlán: “lugar de las siete cuevas”) aún peregrinaban por la cuenca de México, vieron en el centro de la gran laguna el símbolo que su dios Huitzilopochtli les había señalado: “...un islote donde una águila sobre un nopal devore una serpiente...” Allí se instalaron ese mismo día e iniciaron la construcción de la Gran Ciudad de México–Tenochtitlan, centro del señorío más importante de Mesoamérica. A partir de aquel entonces, los aztecas cambiaron su nombre por el de mexicas.
Con esos elementos se integró la Bandera de México.
(ETA)