Se conoce como bocio a un padecimiento endémico en ciertas regiones geográficas del país, y cuya manifestación más obvia es un abultamiento del cuello a ambos lados del cartílago tiroides. Se presenta en las personas cuya dieta es deficitaria en yodo o bien cuando en la dieta regular se integran alimentos que interfieren con el metabolismo del yodo en la tiroides, impidiendo una hormonopoyesis correcta.
El bocio endémico no se limita a deformar el cuello. Cuando la función tiroidea se trastorna los cambios metabólicos que acarrea pueden originar cretinismo en la descendencia de los enfermos, dando lugar a alteraciones del sistema neuromuscular, del oído, del habla y del intelecto en general, que provocan enanismo, sordomudez, y retraso mental de diverso grado.
Esta enfermedad fue, hasta hace pocos años, un padecimiento importante en algunas regiones de nuestro estado, causando la presencia de numerosos enfermos conocidos como “buchones” por la notoria deformación de su cuello y asimismo la de innumerables personas con retraso mental, sordomudez y enanismo de variado nivel.
Existen muchas referencias de este padecimiento, a través del tiempo, en la literatura estatal y en la documentación oficial. En la Memoria del estado de Guerrero, editada en 1888 por el gobernador Francisco O. Arce, en la cual incluye un informe del explorador Teodoro Luis Laguerene sobre un estudio realizado en la sierra de Guerrero, se menciona: “la enfermedad del Buche o Bocio, que es una especie de hidropesía en el cuello, que se suponía que provenía de beber agua de algunas pozas”.
Posteriormente, el doctor Domingo Orvañanos, en 1891, realizó la primera encuesta para establecer la difusión del bocio endémico en México, señalado como los focos bociógenos más importantes del país a los distritos de Mina y La Unión, en Guerrero, entre otros.
En 1925, el doctor Hebert H. Stacpoole Lasso describe una zona hiperendémica en las riberas del río Balsas de Tierra Caliente del estado de Guerrero, en la que había no sólo la presencia de numerosos “buchones”, sino también gran prevalencia de cretinismo, sordomudez y otras secuelas degenerativas entre la población.
Gracias a las gestiones del doctor Stacpoole Lasso, quien tenía sus orígenes maternos en Coyuca de Catalán y era jefe de la Campaña Nacional contra el Bocio, se inició la yodatación de la sal para consumo humano, mediante el decreto presidencial del 14 de agosto de 1962, durante el mandato del licenciado Adolfo López Mateos, que declaraba de interés nacional la prevención del bocio en la República Mexicana y ordenaba que toda la sal que se producía en el país, destinada al consumo humano, o la que se fuera a emplear en la elaboración de productos alimenticios, debía yodatarse. Actualmente este padecimiento se encuentra notablemente abatido gracias a esta medida.
(FLE)