Lunes  2 de diciembre de 2019.

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Ing. Fernando Sánchez Garibay

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Toponimia del estado de Guerrero

Introducción

La palabra toponimia deriva de dos vocablos griegos: topikós–topos=lugar, y ónomo–onim=nombre, conjunto de nombres. Por tanto, es el estudio, origen y significado de los nombres propios de lugar: topónimos.

Este apéndice que presentamos al lector es un compendio básico de nombres (topónimos) de ciudades, pueblos, pequeñas localidades y congregaciones de nuestra entidad. Sobresalen los nombres en náhuatl, que ha sido la lengua autóctona más extendida en las siete regiones del territorio guerrerense; se incluyen, aunque en menor número, algunos nombres de origen purépecha y los de otras lenguas, como la mixteca, la amuzga y la tlapaneca.

Entre los grupos étnicos prehispánicos era frecuente nombrar los lugares de acuerdo a las peculiaridades físicas y naturales de su entorno –características que los hacían singulares, y que servían de referencia en su localización, volviéndose símbolo de identidad y representatividad–; esas características podían ser el agua (atl), un cerro (tépetl), las llanuras (ixtlahuaca), etcétera. Aunque prevalecen las denominaciones relacionadas con la flora y la fauna relevantes, también existen las que resaltan las actividades sociales, de producción o de consumo; las comerciales, y algunos fenómenos sobrenaturales o de participación humana, como divinidades, guerras, robos, actividades laborales y oficios artesanales, entre otros.

Todos estos nombres tuvieron su momento, y en algunos casos aún conservan el sello de su génesis, no obstante que el tiempo y la interrelación linguística los han cambiado en parte, o en su totalidad; pese a ello, en su estructura gramatical se encuentran los vestigios de su origen, o lo que se pretendió explicar en su conformación.

Algunos, incluso, han desaparecido del lenguaje cotidiano; son, en todo caso un referente histórico que podemos, debemos y, en nuestro caso, queremos conservar.

Las lenguas elementales de las etnias de nuestro estado no tenían expresiones escritas para manifestar con mayor claridad de como lo hicieron sus pensamientos e ideas (precisamos: “mayor claridad” para nosotros, seres humanos del siglo XXI; para ellos, en sus circunstancias de tiempo y espacio, sin duda eran suficientes); les faltó desarrollar otros elementos gráficos de proyección cultural. Sin embargo, llegaron a expresarse por medio de jeroglíficos simples –socialmente útiles, y con eso bastaba– que plasmaron en códices, cuyas figuras son conocidas como glifos. Estos íconos, concatenados lógicamente por dibujos representativos, expresan una idea, un concepto, que se caracteriza por ser una constante en la designación o en el nombramiento de lugares y hechos determinados.

Consumada la conquista, muchos de esos nombres y palabras se fueron mezclando con expresiones castellanas y dieron origen a vocablos híbridos; formaron nuevos topónimos, que han perdurado. Estas voces híbridas o castellanizadas se crearon con el uso mancomunado de los idiomas, y tomaron carta de naturalización en la nueva pronunciación y escritura; muchos de ellos marcaron variantes definitivas. Ejemplo claro son los diminutivos: en náhuatl es suficiente con intercalar en los nombres la sílaba tzin –radical de tzintli–, unida a la terminación co, para significar el diminutivo de la expresión; en castellano, en cambio, los diminutivos son variados y aplicados en la terminación de las palabras: ito, ino, illo, cico, etc. Otro ejemplo son las expresiones nahuatlacas terminadas en sílaba co, para decir: en..., dentro de...; la terminación en c de algunos nombres, para expresar tácitamente el locativo: lugar de..., en...; lo mismo se dice con la terminación de palabras en: ca, can, que indican: lugar de..., en..., y así otras más.

En el manejo del presente trabajo el lector se familiarizará con estos accidentes gramaticales y captará con lógica las acepciones aplicables en el lenguaje de las etnias guerrerenses, que son estructuras sólidas en el mosaico lingüístico mexicano.

Para la elaboración de este trabajo se recurrió a la bibliografía del riquísimo acervo de las bibliotecas Beatriz Hernández García y Guerrero Cultural Siglo XXI, A. C. Es considerada, la primera, como la más completa en temas y autores guerrerenses; facilitada en comodato, para uso de Guerrero Cultural y sus becarios investigadores, por su propietario el maestro y bibliógrafo Hermilo Castorena Noriega. La segunda, contiene títulos diversos de ciencias, arte y filosofía en general, propiedad, por donaciones, de la misma asociación.

Finalmente, queremos decirle a nuestros lectores que en el formato que utilizamos la palabra toponímica que se analiza aparece en la columna de la izquierda como actualmente se escribe. Enseguida, incluimos, en la segunda columna, la abreviatura de la lengua de donde procede: nah. (náhuatl), puré. (purépecha), mix. (mixteco), amuz. (amuzgo), esp. (español). Cuando se considera necesario, se anota, en la tercera columna, el vocablo de origen; después, invariablemente, el significado del topónimo; luego, la abreviatura de etimología (Etim.), y, por último el desglose de las raíces del topónimo en cursivas, separadas, por un guión, del significado.

 

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