Jueves  28 de noviembre de 2019.

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Ing. Fernando Sánchez Garibay

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Ometepec

 

Municipio de la región de la Costa Chica. Su cabecera municipal lleva el mismo nombre.

Toponimia, escudo y/o glifo. La palabra Ometepec proviene del náhuatl; deriva de los vocablos: ome, dos, y tépetl, cerro; significa “lugar entre dos cerros”.

El escudo de armas fue diseñado por el licenciado Jaime López Jiménez en 1992, previa convocatoria lanzada por el gobernador del estado licenciado José Francisco Ruiz Massieu.

Se describe de la siguiente manera: El sector se asienta sobre las pendientes de dos cerros; y de acuerdo a la toponimia náhuatl tenemos: ome, dos, y tépec, cerros. Por lo tanto, el significado de Ometepec es “dos cerros”.

En la parte superior se aprecia un águila propia de la región, misma que entre los nahuas eran consideradas como mensajeras de los dioses, justificando con ello el vínculo que tiene nuestro municipio con la mexicanidad y nuestro origen histórico, representados, desde luego, en el Escudo Nacional.

También está considerada la etnia numérica en el municipio, en este caso los mestizos, que están representados por dos bailadores de la tradicional chilena y con atuendos propios de la región.

El sector del escudo es cuartelado. En la primera división y como figura de mucha relevancia apreciamos la imagen del Señor Santiago Apóstol, santo patrono de Ometepec. Agregando a lo anterior, que la primera población blanca española que se estableció en el lugar después de la evangelización, le llamó Santiago Ometepec.

Entre las danzas y mitos se pueden observar las más representativas: En la segunda división, Los Tlaminques, donde aparece el Tigre. En la tercera, apreciamos El Toro de Petate, en honor a san Nicolás Tolentino. Estas danzas tienen sus orígenes en la época colonial; y, hasta la fecha, son parte de la tradición y algarabía de chicos y grandes.

En la cuarta división, se manifiesta la presencia de la actividad económica principal, o sea, la agricultura y la ganadería; aspecto éste, básico también en la alimentación del municipio.

Lema: TRABAJO, PAZ, UNION es la aspiración y meta de los habitantes de este municipio de Ometepec.

Reseña histórica (cronología). La antigua provincia de Ayacaxtla estaba integrada por los actuales municipios de Ayutla, Florencio Villarreal, Cuautepec, Copala, San Luis Acatlán, Malinaltepec, Azoyú, Igualapa, Cuajinicuilapa, Xochistlahuaca, Tlacoachistlahuaca y Ometepec. Esta provincia se extendía desde las riberas del río de Ayutla hasta las llanuras que se prolongan pasando el río Santa Catarina; y en cuanto a la latitud, por toda la vertiente meridional de la Sierra Madre del Sur, desde sus elevados picachos hasta el mar.

Ayacaxtla estaba integrada por pueblos de distinta formación lingüística y étnica: Ayutla, Xochitonalá, Acatlán, Cuauhcoyolichan, Tepetlapa, Cuilotla, Azoyú, Copalitech y Cintla, donde hablaban tlapaneca; Xalapa, Nexpan, Quauhtepec, Tututepec y Tlacuilula tenían por lengua el mexica; mientras que Ometepec e Igualapa hablaban ayacaxteca, aunque también comprendían algunos pueblos de habla amuzga, como Xicayán, Ayotzinapa y Xochistlahuaca.

Según el etnógrafo Gonzalo Aguirre Beltrán, el pueblo ayacaxteca y su lengua desaparecieron en el Siglo XVl. El dominio de los mexicas sobre la provincia de Ayacaxtla permitió que el náhuatl se convirtiera en la lengua franca de la región. Para 1502 Ahuízotl logró someter a la mayor parte del territorio del hoy estado de Guerrero; su dominio llegó hasta la Costa Grande y la Costa Chica. Solamente el indio yopi quedó independiente. La dominación azteca se había iniciado en 1461 durante el gobierno de Moctezuma Ilhuicamina y concluyó en 1522 con la llegada de los españoles.

La conquista hispana provocó el término del dominio azteca sobre la provincia de Ayacaxtla. El centro integrador de esta antigua provincia en la época prehispánica y durante la dominación española fue Igualapa.

En 1522, Pedro de Alvarado fue enviado a pacificar la costa del Mar del Sur y sometió a Tututepec y a sus aliados. Meses más tarde llegaron otros conquistadores a la costa, trayendo consigo las banderas de la obediencia al cristianismo. Por las costas del Mar del Sur llegó Juan Rodríguez de Villafuerte, y en 1522 se comenzaron a repartir las encomiendas. Los encomenderos cobraban el tributo correspondiente a los indios costeños a cambio de protegerlos y conducirlos por el camino del cristianismo. La división geográfica de la región se dio a partir de los intereses económicos de los conquistadores. La sobreexplotación que los encomenderos ejercieron sobre los indios y las terribles epidemias provocaron una alarmante disminución demográfica entre los nativos durante el Siglo XVl.

Según las estimaciones de Danièle Dehouve, el descenso más drástico de la población en la Costa Chica se dio entre 1519 y 1548; en Azoyú pasó de 10 mil a 228 tributarios; en Colutla, de 20 mil a 80; en Ayutla, de 10 mil a 120; en Igualapa, de 10 mil a 450; en Ometepec, de 20 mil a 340.

En 1521 los mexicas sumaban 38 provincias tributarias, siete de ellas localizadas en el actual estado de Guerrero. La provincia de Tlapa, a la que pertenecía Ometepec, tributaba grandes cantidades de oro, tejidos de algodón, maíz, chía, cacao y jícaras. Tlapa y Costa Chica están situadas al oriente del actual estado de Guerrero; la salida comercial de esta zona ha sido desde entonces hacia Puebla.


Calle de Ometepec.

Antes de 1520 el ahora estado de Guerrero estaba dividido en dos grandes imperios: el tarasco hacia el oeste y el mixteco al este. Para los mexicas las costas del Pacífico representaban abundantes cantidades de maíz, algodón y cacao. Para la segunda mitad del Siglo XVl ya se había reproducido abundantemente el ganado en la región de Nexpan, y el cacao, en Ayutla; los pueblos de esa zona producían también jícara y algodón. El camino real de Acapulco hacia el altiplano central mantenía unidas las zonas norte, centro y occidente del estado; de este camino partían las rutas que llevaban a Taxco, México, Tixtla y Chilapa. La provincia de Tlapa (que se extendía hasta la Costa Chica actual) formaba un corredor entre el Pacífico y el comercio de Puebla, donde la población india siguió siendo numerosa. El algodón era el principal cultivo de la Costa Chica; se llevaba a Tlapa por ese camino; lo mismo sucedía con los huipiles, paños de algodón, rebozos, chía, cacao y jícaras.

La economía se organizó en torno al camino real que comunicaba México con Acapulco y a las minas de plata de la zona de Taxco. Al crearse en 1535 el obispado de Antequera–Oaxaca, la zona ubicada al oriente de los ríos de Quetzala y Grande de Ometepec pasó a su jurisdicción eclesiástica y civil. La cédula real de 1538 estableció la jurisdicción eclesiástica y civil de Tlaxcala–Puebla de los Ángeles y se le agregó la zona costera que correspondía al antiguo latifundio de don Tristán de Luna, incluyendo la porción que desde 1535 reconocía la mitra de Oaxaca. Ometepec en un principio se consideraba como un anexo de Xochistlahuaca. Progresivamente se fueron organizando las jurisdicciones civiles coloniales en provincias grandes, que responden a la llamada “división antigua”. La región íntegra pasó a la provincia de Puebla, incluyendo el curato de Ometepec. Reconocía como alcaldía mayor al pueblo de Tlapa.

En 1580 el alcalde mayor de Quahuitlán, Cosme de Cangas –según Aguirre Beltrán–, al hacer la descripción de su corregimiento dio cuenta de la gran cantidad de ganado vacuno que pertenecía a las estancias de don Tristán de Arellano, que a la sazón habían pasado a ser propiedad de su yerno don Mateo Mounleón. Los pueblos de indios se despoblaron; desaparecieron Cuetzala, el barrio de Santa Catarina, Quahuitlán, sus habitantes, y su lenguaje; Tlacuilula, el aguerrido pueblo mexicano, y Quatzapotla también fueron devorados por el hacendado insaciable a pesar de las disposiciones protectoras de las Leyes de Indias, cuerpo judicial destinado a mantener la ficción de un orden cristiano en una colonia donde el interés del dominador extranjero era ley y realidad económica.

En 1786 se implantó el régimen de intendencias, que vino a sustituir a las alcaldías, las cuales se convirtieron en partidos, perteneciendo Ometepec a Igualapa, que a su vez dependía de la intendencia de Puebla. La cédula real de 1788 estableció la llamada “división moderna” de las jurisdicciones civiles.

La tragedia de los indios de la Mar del Sur, despojados por los encomenderos, sería una repetición de fraudes, actitudes y resultados en los que sólo variarían los nombres de los protagonistas. La trama –sigue escribiendo Gonzalo Aguirre Beltrán– fue siempre la misma, aun después de 250 años. En los tiempos que precedieron a la Independencia, la antigua hacienda había devorado a los pueblos indios y se hallaba ocupada por negros y mulatos descendientes de los esclavos, criados y vaqueros de los antiguos encomenderos, a los que se sumaban los cimarrones huidos de lugares cercanos y delincuentes que buscaron refugio de la persecución de la ley en los acogedores llanos de Quahuitlán; aunque la legislación española había negado a los negros y servidores vaqueros el derecho a la tierra, el hacendado amparó a los esclavos de origen africano ya que no podían aspirar como los indios a pelear sus derechos sobre las ahora propiedades de los españoles, a cambio de que suministraran mano de obra fácil y barata. “Los justicias”, para entonces establecidos en la cabecera del partido que era Ometepec, se quejaban de estos negros “osados, belicosos y desobedientes” que se hallaban, en la práctica, fuera de su jurisdicción, sin atreverse a entrar en sus territorios.