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Cuitlatecas

Etnia desaparecida. Su lengua (la cuitlateca) alcanzó una vasta extensión territorial en el Estado de Guerrero durante la época prehispánica. El nombre, en nahua, quiere decir “gente de excremento o cieno”; viene de cuítlatl, excremento, cieno, y de técatl, gente o habitante del lugar (gentilicio). En el idioma propio se llamaban ajnelgatl, que significa “nuestro pueblo”, y al dialecto que hablaban, juhpanejtu. El territorio que ocuparon se denominó Cuitlatecapan, o sea, “en el lugar de los cuitlateca”, de cuitlatécatl, gente de cuítlatl, y de pan, término locativo.

El cuitlateca pertenece al grupo lingüístico mexicano-ópata integrante de la familia yutoazteca (nahuatlana o nahuatlaca), igual que los mexicas, tlahuicas, chontales y yopis (Francisco Pimentel).

Fueron de las primeras emigraciones que vinieron del norte del país. Los autores coinciden al señalar que el grupo se estableció antes en el sureste de lo que hoy es Michoacán, hacia el año 2500 a. C. Para el 1500 a. C., los purépechas o tarascos los habían expulsado de aquel territorio hasta el área de Zacatula, Coahuayutla y Zirándaro. Por el año 600 a. C., el grupo sufrió otros desplazamientos: uno al oriente (Atoyac) y otros al norte (Ajuchitán, Tlapehuala y San Miguel Totolapan).

Hacia 400 d. C., la lengua y, por supuesto, el pueblo cuitlateca, alcanzaron su máxima expansión sobre las actuales regiones de Costa Grande y Tierra Caliente. Siguiendo la actual división municipal comprendía: Coahuayutla, La Unión, Petatlán, Tecpan, Atoyac, Benito Juárez y Coyuca de Benítez; Cutzamala, Pungarabato, Tlapehuala, Tlalchapa, San Miguel Totolapan, Ajuchitlán y Coyuca de Catalán.

Más tarde incluyó el norte de Gral. Heliodoro Castillo (región Centro) y Apaxtla (región Norte). Pedro R. Hendrichs opina que los cuitlatecas “no formaron una sola unidad política, sino que vivían en pequeños asentamientos, diseminados entre otros pueblos, diferentes en lengua y costumbres, como los chontales, itzucos, tepuztecas, matlatzincas, nahuas, etc.”

Roberto Escalante, en su folleto “El cuitlateca (1962), distingue dos porciones del área cuitlateca; una, pequeña, estaba dentro del reino tarasco y pagaba tributo a Caltzonzin; la otra más extensa, era la Provincia de Cuitlatecapan, sobre el suelo guerrerense.

A principios del siglo XVI dicha provincia tenía de vecinos a los grupos siguientes: al norte, los tecos (politecos), itzucos, chontales y nahuas cohuixcas; al sur, lindaban con los pantecas (y el océano Pacífico); al oriente, con los tepuztecas y asentamientos matlatzincas y nahuas; por el poniente, con el territorio de los purépechas. En el interior coexistían otros grupos como los coyotomatecas (cuyutomatecas), pequeña etnia que sucumbió al correr del tiempo.

Los cuitlatecas fueron agricultores, practicaron el riego y cultivaban maíz, chile, frijol, algodón, melón y calabazas. Sus casas, bajas, las construían con adobe o cañas, techadas de paja. No tenían  un señor, sino  varios principales que, a la vez, eran capitanes en tiempos de guerra. Usaban arcos, flechas, macanas y lanzas. Combatían al enemigo formando hileras. Tuvieron reputación como hombres guerreros.

Vestían ropa de algodón. En Tetela del Río (municipio de Gral. Heliodoro Castillo) “andaban vestidos con unas mantas atadas al hombro y unos pañales (máxtlatl), con que cubrían sus vergüenzas, y algunos traían camisas largas que les arrastraban y sin cuello. Y las mujeres andaban como andan ahora, con huipiles y nahuas” (Lucas Pinto). La tela que tejían se llamaba en su lengua dijpé, y a la ropa con dibujos ilali. Ambos sexos llevaban trenzas.

Un informante dijo al investigador Hendrichs, en 1941, que “recordaba que en tiempos del sitio de Cutzamala (1860), el general Pinzón ordenó a sus soldados cortar las trenzas a todos los indios cuitlatecos del municipio de Ajuchitlán”. El mismo general prohibió después el uso de las camisas largas de colores obscuros.

Respecto a la práctica religiosa, adoraban al sol y a la luna. A una deidad de forma humana, pintada en piedra o madera, con el nombre de Nenepiltatapach Tecuhtli, se le rendía culto en templos elevados, construidos sobre montículos de piedra o tierra; ante ella, los sacerdotes presentaban ofrendas de copal y mantas de algodón, lo mismo que los sacrificios humanos.

Poseían dos tipos de calendarios, como casi todas las culturas del área mesoamericana: el ritual, de 260 días, y el civil, de 365. Ambos estaban basados en el día o sol (tamali hay, en su lengua); el mes o luna (tijli´i), y el año (ba´xa). La existencia de estos calendarios habla de un desarrollo cultural alto, que exigía de conocimientos especializados en matemáticas y astronomía.

Fundaron varios pueblos, entre los cuales se encuentran Mezcaltepec (municipio de Coyuca de Benítez), y Ajuchitlán, que en cuitlateca era Tlitichuc Umo, topónimo de acepción equivalente a Axochitlán, “agua florida”. Los pueblos de la etnia estuvieron sometidos en su mayoría por los aztecas, formando, en la Costa Grande, la provincia tributaria de Cihuatlán, y en la región Norte, la de Tepecoacuilco.

A la llegada de los españoles (1519–1521) los componentes del grupo alcanzaban los 300 000 individuos, número que representaba la segunda población indígena asentada en Guerrero, sólo abajo de los nahuas con 700 000 personas distribuidas en diferentes grupos dialectales.

El primer vocabulario de la lengua cuitlateca (o juhpanejtu) fue preparado por Nicolás León, en el Siglo XVIII. En 1941, el citado Hendrichs y Norman McQuown recopilaron 444 palabras y expresiones en Tierra Caliente. En el mismo año el propio Hendrichs describió los rasgos lingüísticos y elaboró un diccionario de 1221 voces. Después un grupo de estudiosos expuso que “el cuitlateco no presenta muchos fonemas (sonidos) que no se puedan representar por el idioma español” [excepto el saltillo (o aspiración), que es representada por el signo ´ (como en ba´xa) o por la interrogante (?); además, una sexta vocal que se describe con una i, con diéresis, como la ü de pingüino; y otra letra lh (ele y hache sordas)].

La población cuitlateca disminuyó con rapidez a partir de 1579. En 1860 el número de personas hablantes era ya muy escaso en algunas comunidades de Atoyac, Ajuchitán y en Tetela del Río, lugares donde se mantuvo vigente mucho tiempo; en San Miguel Totolapan subsistió hasta finales del Siglo XIX. Alrededor de 1941, según las fuentes, ya no había ningún nativo que hablara el idioma, salvo algunos ancianos que recordaban palabras sueltas.

(BM)